sábado, 26 de septiembre de 2009

Vivencia y destino

Bienvenida o bienvenido a esta página.

Me llamo Concha Artero.

Un día, una gota colmó el vaso de mis dudas y sentí que a pesar de todo mi agradecimiento hacia la Iglesia católica que tanto me había aportado y que me había facilitado el sustrato para llegar a ser lo que soy, a pesar de todo ello, no me sentía identificada con ella y se habían roto mis lazos de pertenencia. Este portal, se llama, extraña en mi propia casa, porque así me siento. Ella me vio nacer, es donde me dieron a luz, recibí la vida y por eso estoy muy agradecida. En esta casa he vivido y crecido y me he hecho mi propio hueco, un rincón con un tranquilo sofá. La casa custodia un gran tesoro, pero podría perderse.

Vi claro que la estructura estaba dañada y enferma y que no me podía quedar de brazos cruzados. Me movía el afecto y el agradecimiento. Así que comencé a moverme y escribí una carta al obispo de mi Diócesis, explicándole cómo pensaba. Con el símil del hogar, es darme cuenta de que la casa está oscura, hay telarañas, carcoma, desorden, algunos incluso ven fantasmas, y el tesoro podría estar en peligro, por eso decido avisar y salir, dejar de apuntalar en falso.

En la carta que escribí al Obispo, me presentaba, le explicaba quién era y lo que había hecho hasta ahora. Le hablé con pena de cómo percibía la situación, que la Iglesia jerarquía y estructura no reflejaban el espíritu de Jesús y que me parecía que muchas personas no están de acuerdo con lo que se hace y cómo se hace, qué callar es otorgar y que suponía que las opiniones de una mujer laica no le interesarían mucho, pero que de todas formas, a partir de ese momento me iba a apartar de la Iglesia.
El me contestó con amabilidad que estaba a mi disposición para hablar con más detenimiento, pero yo sentí que no tenía un interés especial por hablar conmigo y conocer mejor lo que le decía.

A partir de ese momento y al explicar lo que había pasado a mis familiares o amigos, mucha gente empezó a identificarse con lo que yo les decía y fueron llegando datos, artículos o pequeños trabajos a mis manos referentes a este tema.
También voces de alerta: “Somos una familia, no podemos abandonar a los hermanos con un mal padre”… “Hay que trabajar desde dentro…”, “En la Iglesia hay mucha gente y grupos”…
Pero lo que veo es que estamos muchos y muchas de acuerdo, pero no hacemos nada y dejamos que todo siga igual.
Pensé que tal vez se podía crear un espacio para dar voz a los que no han podido hablar todavía. Pero un espacio nuevo, por aquello de odres nuevos para vino nuevo.
Tal vez a mi sola no me escuche nadie, pero a muchos y muchas sí.

Y ¿qué le pasa a la Iglesia? Difícil de simplificar, pero me arriesgaré a apuntar en alguna dirección:
Que esta organización humana, puesto que humanos son quienes la forman, no se organiza ni vive con los valores que la hicieron nacer.
Que la Iglesia, debería encarnar la tarea de iniciarse poco a poco en la experiencia de confianza, de adoración y vivencia del Misterio que nos envuelve y al que torpemente llamamos Dios y en lugar de esforzarse al máximo por despertar esa experiencia en las personas, la institución en muchos momentos se dedica a protegerse y reclamar el poder para imponer una verdad, teóricamente absoluta. No Evangeliza abriendo puertas, sino que a menudo las cierra y aparta a las personas, alejándolas de Quien habita en ellas.
Que ha olvidado que el centro del mensaje son los pobres y la defensa de la justicia que en el Antiguo Testamento definía a Dios. Parece más una iglesia de ricos que de pobres. Los esfuerzos que se ponen en la dirección del poder no se ven en la de la Justicia.
Que se ha trasformado en un jerarcocentrismo, una estructura piramidal, patriarcal, intolerante que ha olvidado el concepto de pueblo o grupo de iguales, cuerpo de Cristo y templo del Espíritu, para pasar a ser autoridad, intereses, ceremonias, administración y estado, promociones internas y corte. La igualdad y la participación tan aceptadas como valores hoy en día no tienen cauce. San Pablo proclamaba una unidad, donde no estaríamos separados en ricos y pobres, esclavos y libres, hombres y mujeres.
No aporta un modelo de fraternidad, sino de fortaleza y gloria, distanciada del género humano al que ve con desconfianza como enemigo perdido entre comodidades, hedonismos y tibiezas.

Tal vez ese juicio y desconfianza que tiene la Iglesia, no sea del todo cierto, sino que muchas personas como yo que han perdido su espacio en su seno, siguen su camino en solitario o de la manos de otras personas, con esfuerzo y honradez para tratar de aportar algo a la humanidad durante sus vidas. Son quienes he encontrando al salir de la casa, que están cerca, en el fondo todos y todas bajo el mismo cielo, el mismo sol y estrellas.

Para contar toda la verdad tengo que decir que fui finalmente a hablar con el Obispo que me atendió muy amablemente y se alegró mucho de conocerme, pero no llegamos a ninguna conclusión concreta. Mi sensación es que lógicamente lo que yo le explicaba lo dicen otras muchas voces en la Iglesia, teólogos que se expresan mejor que yo y tampoco son tenidos en cuenta. Tal vez la institución no se siente interpelada porque en general creen que están haciendo lo correcto y además en el nombre de Jesucristo y por tanto ¿de qué preocuparse?

Si esto que te cuento resuena en ti, escribe un pequeño mensaje desde el corazón, aportando tu grano de arena para que la Iglesia pueda despertar y evolucionar. Pocas líneas que nos sirvan de ayuda con tu adhesión y yo me esforzaré por hacer llegar el mensaje. Tal vez si voy en el nombre de varios o muchas personas, el Obispo me escuché con más interés. Parece algo muy inocente, pero en este momento no se me ha ocurrido nada mejor.

Podrás ver algunos enlaces o bibliografía que explican mucho mejor lo que yo he expresado muy torpemente en pocas líneas.

Un abrazo y gracias.

5 comentarios:

Angelines Artero dijo...

Hola Conchi, como ya sabes estoy de acuerdo contigo en este tema, realmente la Iglesia me resulta algo extraña en lugar de parte de mi familia, se ha quedado anclada en el pasado y no evoluciona pero sobre todo se manipula por propios intereses. Un besito

El demonio de Tasmania dijo...

Querida Conchi como tantos estoy de acuerdo contigo, en un tiempo pertenecí a ella y amenizaba con mis cantos misas junto a un grupo de amigos. Todo me defraudó cuando una congregación poderosa se apoderó de esa iglesia y llegaron incluso a recaudar puerta a puerta miles de pesetas para hacer un manto para la Virgen del Pilar cuando al barrio le hacía mucha más falta.
Espero seguir leyéndote.
Un besito.

isa & marta dijo...

Sinceramente Conchi puedes poner palabras al sentimiento de muchos.
También veo una Iglesia preocupada por espacios de poder y no a poder llegar al que lo necesita.
Aunque quiero dejar aparte a esos sacerdotes (conozco 3)que se esfuerzan en el socorro espiritual y hasta material, con el barro en sus zapatos, con palas o martillos poniendo techos en casillas precarias,compartiendo el mate y las enseñanzas de la Biblia, pero sobretodo practicando lo que dijo el Cristo: amar a los demás como a ti mismo.Lo que se resume en Amar a Dios sobre todas las cosas.
Amiga me encanta como escribes, mis palabras espero se entiendan.Un abrazo

José Antonio Peñas dijo...

Hola, Conchi. No sé si mi opinión puede resultar válida ya que, como sabéis, hace años que rompí amarras con los últimos restos de mi educación que me ligaban a la religión, pero es posible que la mirada del ateo pueda tener su interés, ya que contemplo la situación sin vínculos emocionales.

La iglesia no se ha ido quedando anclada en los últimos tiempos, el mal es más profundo. Arranca del mismo final del último Concilio, que podía y debía haber tendido un puente entre la fe de millones de personas y el mundo en el que se mueven. Sin embargo el Papa Juan XXIII, que vio la grieta que crecía y puso los medios para salvarla, murió antes de ver los resultados, y los siguientes pontífices dedicaron todos los esfuerzos posibles a enterrar las conclusiones y recomendaciones del Vaticano II. Empezó Pablo VI, al desperdiciar la ocasión que ofreció en los 60 el debate sobre la píldora anticonceptiva, condenando cualquier forma de anticoncepción y negando a las mujeres cristianas, en consecuencia, el derecho a usar el sexo como gozo sin más. Quizás Juan Pablo I podría haber enderezado la situación, o al menos parece que esas eran sus intenciones, pero su fallecimiento dio paso al ala más dura, encabezada por un Papa que, pese a su indudable carisma, provenía de una sociedad fanatizada y fue expulsando a todos los teólogos que abogaban por la apertura de mentes, el ecumenismo, la implicación de la mujer en la curia y el compromiso social. Ahora la iglesia ya no se molesta en guardar las formas y tiene al frente a un hombre cuya principal actividad en las anteriores décadas fue, simple y llanamente, la represión del pensamiento libre, porque ésa y no otra es la función del Tribunal de la Fe, así que cualquier posibilidad de que se habra un diálogo sincero entre las jerarquías y los fieles es, hoy por hoy, nulo. La prueba la tenemos en nuestro país, donde los obispos, no tienen el menor reparo en provocar un enfrentamiento social abierto ante cualquier movimiento que amenace su autoridad, venga de donde venga.

Mirando racionalmente la situación, no hay una salida a la vista: la base de apoyo que todavía tiene la Iglesia en España (que es mucho menos amplia de lo que braman los mitrados) se irá reduciendo aún más, a medida que vaya despareciendo la generación de nuestros padres, y ante ello la curia se enrocará aún más, porque es mucho más fácil vociferar contra los que no están de acuerdo con ellos que asumir que son ellos los que se han ido marginando. Con la Iglesia en manos de movimientos como el Opus o los Neocatecumenales, la situación seguirá empeorando sin visos de solución.

Los obispos españoles han olvidado que la guerra que pretenden librar la perdieron ya hace mucho, porque se enfrentan a la Realidad, y ésta no se deja impresionar a fuerza de rosarios.

Mamen dijo...

Hola Conchi, he llegado a tu blog a traves del de tu hermana, y al suyo atraves del de Georgina.
Estoy totalmente deacuerdo contigo, yo creo en Dios, pero la Iglesia me ha defraudado muchisimo.
Predican una cosa y hacen otra, solo hay que ver, las riquezas que tiene el vaticano y la pobreza que hay en el mundo.
Cuando hay un desastre en alguna parte, siempre se oye, que tal gobierno ha mandado no se que, el otro no se cuanto, y el vaticano? que mandan ellos? Huevos de pascua para los niños que han pedido todo. No te digo yo donde les metia los huevos de pascua.
Tambien tengo que decir que no todo el mundo en la iglesia es así, conozco a gente buena, que ayuda a los demas y que si vive, dentro de nuestro tiempo, con lo que un dia nos dijo Jesús.

Muchos besos.